Los hermanos Herrera son menores de edad. Viven con sus padres en una casa de cartón y madera en el Bordo de Xochiaca en las afueras de la Ciudad de México. Cada mañana, antes de salir para la escuela y cuando aún el sol no ha despuntado, caminan desde su casa hasta su puesto de trabajo, para ayudar a sus padres a clasificar la basura en busca de botellas de plástico. Son parte de una cadena sin la cual no funcionaría un lucrativo negocio de reciclaje operado por Coca-Cola de México y siete embotelladoras mexicanas de la multinacional.
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