“Investigar en España es llorar”, decía Ramón y Cajal, Nobel de Medicina en 1906. O trabajar con contratos temporales. Tener un ojo en el microscopio y otro en el paro. O estar ya en el paro… y a la espera del Ingreso Mínimo vital. Cobrar salarios bajos a pesar de currículos de infarto. Verse obligados a acudir a los tribunales para reclamar el indefinido tras sumar contratos temporales. Es el pan nuestro de cada día de los científicos españoles. Lo denunciaban esta semana en Twitter con el hastag
#sinciencianohayfuturo