"No es difícil hacer las cosas, lo difícil es ponerse en el estado de hacerlas", Constantin Brancusi. Llegó a París en 1904, ya con veintiocho años, y no pudo tener un recibimiento más prometedor: siempre a la caza de nuevos talentos baratos que suplieran sus carencias técnicas, Rodin trató de ficharlo para su taller sin prácticamente dejarle tiempo para deshacer las maletas.
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