Es una tarde tranquila de invierno, con manchas de sol bajo los árboles. Camino Cuesta Moyano abajo, deteniéndome en las casetas de libreros de viejo que a esta hora están abiertas. Son pocas, y eso me entristece. Un día con buena temperatura, una hora agradable, y no hay casi nadie aquí. Me detengo a mirar en los mostradores, converso con los libreros. En todos encuentro pocas esperanzas de que esto sobreviva. Una curtida veterana dice “nos quedan dos telediarios”, y comparto su pesimismo. Acabarán poniendo aquí, supongo, bares de tapas y...
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