Junqueras, como ha quedado claro, no es Sócrates ni su proceso guarda ningún parecido, pero si se pudiera hacer el ejercicio de trasladar a los cronistas de hoy a la Atenas del siglo V a. C. posiblemente la hubieran emprendido con el reo por burlarse del tribunal al sugerir una multa ridícula por sus pecados, lo que consiguió enfurecer a un jurado muy irascible que descorchó la botella de cicuta para que se la bebiera a morro el que sólo sabía que no sabía nada.
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