Presentada como una panacea, especialmente por políticos de derecha, la Inversión Extranjera Directa (IED) ha quedado en la imagen del público como una bendición para las economías en vías de desarrollo. Pero una revisión profunda a su funcionamiento indicaría es un costo, más que cualquier otra cosa, para el país que la recibe. Centrado en el caso de Colombia el análisis, indica cómo la llegada masiva de IED produce, en el otro lado de la balanza, una deuda externa impagable.
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