La actual crisis desatada por el coronavirus ha acelerado la caída de la industria de los combustibles fósiles, que se enfrentan a un escenario donde las energías renovables y el coche eléctrico tienen cada vez más protagonismo. Una tormenta perfecta que provocará un agujero de 22 billones de euros, lo que supondría el principio del fin de uno de los sectores más contaminantes del mundo.
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