El Parlamento, a mi juicio, está para legislar y el Gobierno debe acostumbrarse a que su capacidad de acción tiene límites, precisamente los que le marca el poder legislativo. La negociación, en su caso, debe producirse durante la tramitación las leyes, no hurtando a los representantes de los ciudadanos la posibilidad de tan siquiera debatirlas. De lo contrario podríamos llegar a la conclusión de que el Congreso de los Diputados sólo sirve para nombrar Gobierno puesto que este tiene siempre la facultad de secuestrarlo. Y eso es inadmisible.
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