Europa vive sumergida en la hipocresía. Son muchos los países que prohíben cultivar transgénicos en sus tierras y, a la vez, importan al año millones de toneladas. ¿Por qué no cultivarlos pero sí consumirlos? El miedo de los políticos a la opinión pública tiene mucho que ver con este entierro de la ciencia y alzamiento de la incoherencia.
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