Una de las cosas que más aprecio del Día del Libro es que los clientes suelen ser muy receptivos a las recomendaciones. O, al menos, esa solía ser la norma. Pero con los años, mis compañeras y yo notamos que esto está empezando a cambiar. Trabajo en una librería generalista, ni muy grande ni muy pequeña y, en ella, las tres hemos notado que cada vez somos más “expendedoras” de libros o cajeras que prescriptoras. El hecho es que, quitando a los clientes habituales, cada vez asesoramos menos a las personas.
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