Suena repugnante, ¿verdad? Eso de imaginar que el agua que sale de la cisterna para retirar los restos de ‘ya-sabes-qué’ puede acabar saliendo del grifo al que acudimos para beber o incluso para ducharnos volvería escrupuloso al mismísimo Frank de la Jungla. De hecho, ese ‘efecto puaj’ es una de los grandes escollos que impide que el agua del váter termine en tu vaso.
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