Una decena de las ejecuciones (a los acusados de mayor relevancia) se llevaron a cabo en el gimnasio de la propia prisión de Núremberg, mediante la horca, por dos militares del ejército de los Estados Unidos (John Clarence Woods y Joseph Malta) quince días después de la finalización de los juicios. Para llevar a cabo el resto de ejecuciones se necesitaba contar con un grupo de voluntarios dispuestos a ejercer como verdugos en las diferentes prisiones a las que serían enviados. En su inmensa mayoría eran delincuentes cumpliendo condena.
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