El desarrollo del capitalismo —y el puritanismo— provocaron un progresivo enfrentamiento entre el rey Carlos I y diversos sectores de sus súbditos que reclamaban mayor libertad y una iglesia menos cercana a las costumbres católicas. Esta situación terminó con el estallido de la guerra civil en 1642; localizándose la rebelión en Londres, los centros manufactureros y los puertos de mar, mientras que el rey era apoyado, básicamente, por zonas alejadas de la capital.
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