Desde el colectivo se señalaba que la Fundación Ronzón, dueña del palacio, «lo prefiere vacío y muerto antes que lleno de personas y vida. No estamos de acuerdo con que la Casona vuelva a cerrarse». El colectivo argumenta que en un mundo rural acusado por la despoblación no sobran iniciativas autogestionadas que recuperen y den vida a espacios muertos y abandonados.
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