Hasta hace unos pocos meses, por todo Afganistán había bases estadounidenses en las que uno podía sumergirse en la cultura estadounidense, comprar Coca-Cola y chocolatinas Snickers de máquinas expendedoras y ver deportes en directo en la televisión. Ahora el despliegue militar se ha reducido a ocupar parte del aeropuerto de Kabul. Es un vestigio caótico de los 20 años de misión donde las tropas de retaguardia intentan salvar los últimos restos de dignidad y honor.
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