La debilidad e insuficiencia del control de las instituciones europeas sobre el tráfico de capitales favorece la actuación de las redes transnacionales ilícitas, con escenarios de mayor corrupción y vulnerabilidad institucional. Según Cressey (1), la delincuencia organizada o crimen organizado contó desde sus inicios con un código cultural tradicional y jerárquico a partir del cual se diseñó una organización criminal capaz de operar en el mundo contemporáneo (2) muy cerca del tipo ideal que Max Weber atribuía a la burocracia legal-racional (3)
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