Cada noche, antes de acostarse, Lara se frotaba la piel con furia bajo la ducha llorando mares. De día vivía encerrada en un piso de Barcelona obligada a prostituirse durante más de 15 horas seguidas. "Me quería arrancar la piel, como si hubiera llevado un manto encima sudado y apestoso todo el día", explica esta peruana que llegó a España engañada y endeudada. Como ella, en España más de de 45.000 mujeres y niñas son esclavas sexuales. Las que logran salir del calvario se encuentran con unas administraciones incapaces y terminan en la pobreza
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