La Europa que se debate entre los valores liberales originales y la reacción ultraconservadora de los últimos años que utiliza la inmigración como banderín de enganche tuvo el miércoles en el Parlamento Europeo uno de sus anticlímax de costumbre. Un debate civilizado, con pocos momentos dramáticos y muy escasa capacidad de captar el interés de los ciudadanos. Juncker ofreció un repertorio de medidas para afrontar un problema –el de la inmigración– del que casi todo el mundo sabe que sus dimensiones dramáticas no son reales.
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