Nunca viajó fuera de Francia, pero las continuadas visitas de Henri Rousseau al Museo de Historia Natural y a los jardines botánicos de París fueron suficientes para alimentar sus creaciones, de tintes surrealistas. “Cuando estoy en estos invernaderos y veo las extrañas plantas de tierras exóticas, me parece que estoy entrando en un sueño”, llegó a asegurar el pintor, representante del arte naif.
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