El estado de excepción que, con motivo del 1 de octubre, perpetró el Gobierno central ha sido el caldo de cultivo de un movimiento popular de derechas que, en gran medida, puede interpretarse recurriendo a las coordenadas del 15-M. Se trata de un movimiento masivo, transversal e impugnatorio, cuya potencia no radica en su capacidad para elaborar un cuerpo articulado de propuestas que permitan enfrentar una crisis, sino en su habilidad para definir un enemigo común. Al final, sí que se ha producido un 15-M reaccionario.
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