Los educadores del Centro de Primera Acogida de Hortaleza llevan años contemplando la degradación de su lugar de trabajo: un recurso con 35 camas donde se llegaron a contar 150 menores que dormían hasta en el suelo. Una situación que impide su delicado cometido, que pasa por ofrecer cuidados a adolescentes en situaciones de desamparo. La plantilla ha estado expuesta a una tensión que ha hecho mella en su salud, como demuestran las decenas de bajas acumuladas en los últimos meses.
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