En agosto de 1988 ofreció su primer discurso, en un plazo de dos meses fundó la Liga Nacional por la Democracia, para julio de 1989 guardaba arresto domiciliario y en apenas dos años se había hecho merecedora del Premio Nobel de la Paz. Era ya una heroína nacional y un ícono internacional, cuyo nombre se mencionaba a la par de gigantes morales como Mahatma Gandhi y Nelson Mandela. Sin embargo, tras décadas de adulación, su figura se volvió el centro de la ira global casi a la misma velocidad.
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