En 1991 el detector de rayos cósmicos Fly’s Eye de la Universidad de Utah detectó un rayo cósmico de ultra-alta energía al que llamaron partícula Oh-My-God (literalmente: ¡Oh Dios mío!) Se calculó su energía y para sorpresa de los astrofísico resultó ser una auténtica barbaridad: cerca de 3×10^8 TeV (teraelectronvoltios): Era 20 millones de veces más potente que emitida por un objeto extragaláctico, unas 1020 la energía de un fotón de luz visible, y 40 millones de veces más que la de cualquier partícula acelerada en un acelerador de partículas.
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