La diplomacia, tal y como se ha concebido tradicionalmente, ha estado siempre rodeada de un cierto aura que le otorgaba una distinción y exclusividad ajena a otros campos profesionales. Cócteles, invitaciones a banquetes, fastuosas recepciones, todo ello son elementos que se acostumbran a asociar a la vida del diplomático. Sin embargo, esta diplomacia protocolaria, si bien sigue presente en ciertos ámbitos, se ha convertido en algo más propio del pasado.
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