La pequeña sala lucha con éxito contra el uso del teléfono durante las funciones invitando a los espectadores a guardar sus aparatos en bolsas imantadas que solo pueden abrir al acabar la función. El momento incómodo en que alguien que desconoce el respeto consulta su teléfono en plena representación teatral: porque puede, porque no hay una ley que se lo impida, porque las fuerzas del decoro no operan sobre su privilegiada humanidad.
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