La pasada semana se hizo público un comunicado de prensa por parte de un Instituto vinculado a la Universidad de Montreal (Canadá) en el que se indicaba el positivo efecto terapéutico en pacientes de covid-19 de un clásico fármaco antiinflamatorio: la colchicina. Como ha sucedido en otras ocasiones, la forma de comunicar los resultados de la investigación, máxime en una patología tan mediática como la covid-19, no parece la más adecuada, independientemente de la ausencia de intereses económicos de fondo.
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www.meneame.net/story/azafran-silvestre-habitual-mallorca-ultimo-milag
O este:
www.meneame.net/story/colchicina-anti-inflamatorio-comun-trae-esperanz
Hay alguno más en la cola de pendientes.
No soy farmacéutico, pero no recuerdo que el Paracetamol tenga una nota similar, aunque es cierto que hasta el agua, dependiendo de la dosis ingerida, podría ser tóxica .
Como ha sucedido en otras ocasiones, la forma de comunicar los resultados de la investigación, máxime en una patología tan mediática como la covid-19, no parece la más adecuada, independientemente de la ausencia de intereses económicos de fondo.
Las evidencias técnicas contrastadas deben proceder de artículos científicos publicados, y por tanto reproducibles, y no de notas de prensa que pretenden conseguir “un minuto de gloria” en los medios. Los comunicados de prensa, para informar a la ciudadanía, deberían siempre ser posteriores a la publicación completa de resultados.
Este tema es sumamente trascendente, porque en los diez meses que llevamos de pandemia se han sucedido los ejemplos de fármacos “muy prometedores” que, finalmente, no han podido demostrar científicamente su eficacia. Los primeros estudios (y, por tanto, las primeras comunicaciones a los medios) se realizaron sin una sólida base científica. Tal es el caso de la hidroxicloroquina, tan enaltecida por dirigentes políticos como Trump y Bolsonaro, o la ivermectina, que se ha usado y sigue usándose ampliamente, a pesar de no haberse contrastado científicamente su eficacia y sus posibles beneficios.
Quemar naves sin seguir un correcto protocolo de comunicación puede ser contraproducente. Sobre todo en un caso tan comprometido como es la colchicina. Incluso los datos más finos que se pueden extractar del preprint, a falta de la decisión de revisores y editores, muestran unas diferencias con placebo, en algunos de los parámetros evaluados, muy estrechas estadísticamente. Esto podría dificultar la incorporación de este medicamento a las guías terapéuticas para el tratamiento de la covid-19.
Al tratarse de un fármaco con casi dos siglos de antigüedad, relativamente utilizado, de consumo por vía oral y con un precio muy bajo, los ciudadanos podrían caer en la tentación de recurrir al mismo, siguiendo los “grandes beneficios” que proclaman algunos titulares de prensa, sin los correspondientes controles facultativos. Esto podría ser un enorme error, de desenlace fatal, debido a la elevada toxicidad del fármaco.
Hay que insistir en evitar la automedicación con colchicina, ser cautos con la información facilitada y esperar a los resultados definitivos de los estudios que están en marcha, adecuadamente publicados en prestigiosas revistas científicas. Es evidente que la situación mundial generada por la pandemia es dramática y que cualquier ayuda terapéutica a los pacientes infectados es siempre bienvenida. La investigación farmacológica está avanzando en este campo de una forma muy importante, incorporando nuevos y clásicos agentes, y tal vez la colchicina tenga también su hueco. Pero en todo ello deben primar siempre los criterios científicos contrastados y, por supuesto, la seguridad de los pacientes.
Yo tomo colchicina, es mi gran amiga.
Tengo la enfermedad de los reyes desde que tenía 35 años, una putada.
Lo que sorprendió a los médicos es que saltara el problema tan pronto. Se suponía que con 35 años (hace algo más de 15 años) no tenía porque molestarme ese problema.
Pero soy un caso perdido. Gracias a la Sanidad Pública y a todos los españoles (y residentes) que pagan sus impuestos aquí mi medicación no es una losa. ¡Gracias Dios mío por no haberme hecho nacer in the land of the free!