Cuando Mary Shelley escribió «Frankenstein» (1818), una novela que advierte proféticamente sobre los peligros de llevar la ciencia demasiado lejos, nunca utilizó la palabra «científico» para describir a su héroe, a Víctor Frankenstein. Sencillamente, porque todavía no había sido acuñada. La palabra apareció en un libro de Juan de Mena en el siglo XVI y fue popularizada por William Whewell en el XIX. La primera persona descrita por ella fue Mary Somerville
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