Debe de ser un placer cobrar dos sueldos del Estado, uno pagado directamente y otro pagado a través de la Iglesia. En estos días confusos de periodistas y conflictos entre monarquías y repúblicas, es de justicia quitarse el sombrero ante un profesional de la comunicación que consigue pertenecer a la vez a un reino que no es de este mundo y a otro que sí lo es.
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