Grandes gotas de sudor recorren el tenso rostro de Kompat Sompaorat mientras recorre la jungla, esgrimiendo un fusil de asalto. Desliza disciplinadamente sus enormes extremidades en movimientos pausados destinados a no hacer ruido. Sus grandes botas consiguen pisar callado pese a que su cuerpo está revestido por un pesado chaleco antibalas, que le hace parecer un miembro de Fuerzas Especiales. Unos metros más allá, su jefe Cherdchai emite un suave silbido que la docena de voluntarios interpreta como una invitación a mantenerse quietos.
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