La oración se repite una y otra vez en una calle madrileña, próxima a la Plaza Mayor. El camarero, atento y simpático, lanza al aire estas 17 palabras cada vez que alguien pasa por delante del establecimiento. No cambia ni un ápice su discurso. Sabe que, después de tantos años, funciona para seducir al cliente. Sobre todo, si es extranjero y lo único que entiende es el precio y lo de "bocadillo de calamares".
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