Armenia es un país pequeño, lamentablemente un gran fanfarrón («gran-gran hablador», que decimos también en armenio) y orgulloso de su pasado perdido. Yo soy armenio y cargo con todos los defectos de nuestra nación, o no todos, o tal vez más. Entre ellos están los miedos, los valores vanos, las tradiciones no correspondidas con la actualidad y la luz «armenia» (no me he podido aguantar, al final he presumido, como buen armenio).
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