Los arqueólogos lo han confirmado. En la última semana hallaron, bajo una primera capa de enterramientos que databan de 1938, un cadáver que mostraba evidentes signos de violencia. Presentaba tres disparos. Uno en el hombro, otro en el fémur y el último, un tiro de gracia. Eso en el primer sondeo. En el segundo, ubicado a unos metros, también más o menos a la misma profundidad, comenzaron a aparecer restos. Uno a uno, hasta siete personas diferentes. Una de ellas, maniatada y dejada caer de cabeza. Una fosa. Sin lugar a dudas.
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