Era una imagen impactante: un Boeing 787 Dreamliner estacionado sobre el hielo de la Antártida y azafatas sonrientes con vestidos hasta las rodillas posando frente a la aeronave. La fotografía, tomada para marcar el primer aterrizaje de uno de los aviones más grandes del mundo en una pista de hielo y nieve a finales del año pasado, parece simbolizar una nueva fase en el turismo antártico.
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