Érase una vez en Barcelona una charcutería de esas de barrio, frecuentada por señoras enjutas con batas a cuadros que se resistían a comprar los fiambres en las grandes superficies. Pero un buen día, todo cambió. Corría 2013 y el entonces alcalde de la ciudad, Xavier Trias, aprobó con los votos del PP una regulación que permitía que los espacios de degustación pudieran tener terraza en la calle. Así que esta charcutería de barrio empezó a servir cervezas y a ofrecer trocitos de fuet y de jamón a cambio de poder tener unas mesas en la acera.
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