La principal razón para ir a la escuela es aprender a no pensar como un profesor.
Nassim Taleb.
Una de las razones de que las élites sólo hablen entre ellas es la ausencia de instituciones promotoras de conversaciones generales que atraviesen las barreras de clase. La vida cívica requiere lugares en los que las personas se encuentren como iguales, sin tener en cuenta la raza, la clase o el origen nacional. Debido a la decadencia de las instituciones públicas —desde los partidos políticos hasta los parques públicos y los lugares de encuentro informal— la conversación se ha convertido en algo casi tan especializado como la producción del conocimiento. Las clases sociales se hablan a sí mismas en un dialecto propio, inaccesible para los de fuera. Sólo se tratan en las ocasiones ceremoniales y las fiestas oficiales. Los desfiles y otros espectáculos parecidos no compensan la ausencia de asambleas informales. Hasta el pub y la cafetería, que a primera vista no tienen nada que ver con la política o las artes cívicas, hacen su contribución a la clase de conversación que recorre sin rumbo fijo todo tipo de asuntos y que es el suelo abonado sobre el que florece la democracia; actualmente, incluso estos lugares de encuentro están amenazados de extinción a medida que los vecindarios van siendo sustituidos por los centros comerciales, las cadenas de comida rápida y las tiendas de comida cocinada para llevarse.
La rebelión de las élites. Christopher Lasch (1995)
A mediados de 1974 explotaban en Buenos Aires diez o doce bombas por noche. De distinto signo, pero explotaban. Despertarse a las dos o las tres de la madrugada con varios estruendos en cadena era casi una costumbre. Hasta los niños se hacían a esa rutina. Un amigo porteño empezó a tomar conciencia de esa adaptación a partir de una
noche en que hubo una fuerte explosión en las cercanías de su apartamento y su hijo, de apenas cinco años, se despertó sobresaltado. «¿Qué fue eso?», preguntó. Mi amigo lo tomó en brazos, lo acarició para tranquilizarlo, pero, conforme a sus principios educativos, le dijo la verdad: «Fue una bomba». «¡Qué suerte!», dijo el niño. «Yo creí que era un trueno».
Mario Benedetti, de la obra "Despistes y franquezas"
La politica de privacidad de Facebook equivale a que Telefónica dijese: vamos a hacer públicas tus conversaciones, pero si no quieres, no uses el teléfono.
El filtro burbuja. Eli Parisier
Entre los humanos siempre existió gente defensora de las tradiciones, que pretendía que la evolución se frenase para que no fuera una manera de dar tumbos sin sentido. Como anécdota, recuerdo que había aún en la Tierra un grupo que se llamaba a sí mismo “la Represa”, “el Dique”, o algo así. Era una gente curiosa, que creía en la evolución social y cultural, pero se oponía precisamente por eso a cualquier innovación, convirtiéndose en conservadores ultramontanos. Esto, que parece una contradicción en sí misma, no es tan raro si se explica, y por eso tenían tanta aceptación.
Los del Dique decían, más o menos, que las sociedades son sistemas estables, y las normas son sistemas estables, y todo lo que funciona en la práctica es porque de algún modo es estable. Las innovaciones, según ellos, suponen una desestabilización que puede conducir a una estabilidad superior o a una desestabilización regresiva. Por eso, se oponían a cualquier tipo de innovación con todas sus fuerzas, y tenían además el denuedo de afirmar que las innovaciones verdaderamente válidas consiguen imponerse a todos los que tratan de detenerlas, pero es necesario que exista un dique, o una barrera, para que sólo las innovaciones con verdadera fuerza sean capaces de salir adelante. “Si tienen razón, pasarán por encima de nosotros, y si no la tienen, bueno será que haya alguien que los haya frenado”, eso decían los del Dique, para irritación de las vanguardias de todos los tiempos.
La guerra del último hombre. Feindesland
Iba a ir otra vez a casa de Shirt Trist. Pero Nik dijo vale que beehiera lo queería. Coonudo. No imbortaba. Dijo no imbortaba.
Pegó un portazo detrás de él. Se detuvo junto al fregadero y bebió un montón de agua templada. Entonces se sintió mejor. Luego tropezó y cayó. De pronto, y sin un orden preciso, Keith hizo eructar a su mujer, sacó a la cría fuera a mear y le echó un polvo al perro.
Campos de Londres. Martin Amis.
También las ratas se vuelven supersticiosas.
La rata sabe que haciendo determinada cosa saldrá una bolita de comida de una máquina. Pero la rata hace un montón de cosas y no sabe cual de ellas, en concreto, es la que hace que salga la bolita de comida. Sólo una cosa es útil, pero la rata no sabe cual es y hace treinta cosas... Y como funciona, las sigue haciendo. Todas. En el mismo orden.
Walkaway. Cory Doctorow.
Una vez ocupada la ciudad, el mayor Martínez de Velasco decidió dejar una dotación de tres españoles, Ramos, Fernández y el sargento Martín Lorenzo, con dos ametralladoras y cincuenta soldados nativos mientras él, con el grueso de las fuerzas mercenarias, regresaba a Niangara. Su estancia, hasta la llegada de nuevas tropas provenientes del 6° Comando, debería durar de unos quince a veinte días.
Pasaron una noche tranquila pero, al amanecer, los simbas atacaron. Ramos manejaba solo una ametralladora y la otra era servida por Fernández y Martín Lorenzo. Los tenían a unos cuarenta metros y las ametralladoras iban barriendo los cuerpos de los atacantes. Así describió el sargento madrileño el ataque:
...las ametralladoras cantaban sin cesar, yo veía caer a los simbas pero no retrocedían, chillaban "¡adelante, adelante!", pero pronto cundió el pánico entre ellos, pues nosotros sabíamos que teníamos que defender nuestras vidas como fuese, pues caer en manos de ellos significaba morir entre horribles tormentos: te sacaban los ojos, te cortaban las partes... en fin, antes de morir te hacían maldecir el día en que naciste, por eso nos defendimos como fieras. Cuando se retiraron, la explanada estaba cubierta de simbas muertos o malheridos.
Después del ataque, los españoles reconocieron el campo de batalla y los soldados nativos se dedicaron a saquear los cadáveres de los simbas caídos en combate quitándoles el dinero, los cigarrillos y las armas y municiones. Los tres españoles bebieron, comieron y buscaron además a tres nativas. Martín Lorenzo se decía a sí mismo que, puestos a morir, se iría al otro mundo harto de todo.
Los simbas lo volvieron a intentar y, sobre las siete de la tarde, iniciaron el ataque, esta vez con más orden. En primer lugar unos disparos de tanteo y a continuación el asalto en masa, pero se encontraron de nuevo con la barrera de muerte que formaban los disparos de las ametralladoras. Finalmente, se replegaron y no volvieron a intentarlo más.
Soldados sin bandera - Joaquín Mañes Postigo
Dijiste: «Iré a otra tierra, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de haber mejor que ésta.
Cada esfuerzo mío es una condena dictada;
y mi corazón está —como un muerto— enterrado.
¿Hasta cuando estará mi alma en este marasmo?
Adonde vuelva mis ojos, adonde quiera que mire
veo aquí las negras ruinas de mi vida,
donde pase tantos años que arruine y perdí.»
No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas
calles. Y en los mismos barrios te harás viejo;
y entre las mismas paredes irás encaneciendo.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otra tierra —no lo esperes—
no tienes barco, no hay camino.
Como arruinaste aquí tu vida,
en este pequeño rincón, así
en toda la tierra la echaste a perder.
La ciudad. Konstantin Kavafis. 1901
Los niños no son el futuro porque algún día vayan a ser mayores, sino porque la humanidad se va a aproximar cada vez más al niño, porque la infancia es la imagen del futuro.
Los niños son el futuro porque el mundo, la sociedad y sus mecanismos, se infantilizan por momentos.
El libro de la risa y el olvido. Milan Kundera.
Lo malo realmente empieza cuando tienes que contratar a alguien para que se mire al espejo en tu lugar.
Una parte del todo. Steve Toltz.
"Absoluto, adj. Independiente, irresponsable. Una monarquía absoluta es aquella en que el soberano hace lo que le place, siempre que él plazca a los asesinos. No quedan muchas: la mayoría han sido reemplazadas por monarquías limitadas, donde el poder del soberano para hacer el mal (y el bien) está muy restringido; o por repúblicas, donde gobierna el azar". Ambrose Bierce, Diccionario del Diablo (1911)
Las leyes con como las telarañas: sólo atrapan a los débiles.
Ilusiones perdidas. Balzac
—Cuando dicen que la palabra es un puente entre culturas y religiones, desconfío que alguien esta metiendo prisa. La palabra es lo que atraviesa ese puente. Primero fue el arquitecto, que es la buena voluntad, luego el presupuesto, que es la tolerancia, y después la empresa constructora, que es la necesidad de entenderse. Y si todas se juntan, se construye el puente, para que pasen los camellos de los contratos, las bicicletas de la poesía y los triciclos de los chistes.
—¿Y los censores? —pregunté irónico.
—Esos son baches y socavones. Estorban, pero nunca consiguieron cortar el tráfico.
Hombres, cadáveres y fantasmas. Javier Pérez
"Los imperativos de la Ilustración se dirigen contra la ceguera del tener por cierto sin hacerse cuestión; contra las acciones que no pueden efectuar lo que intentan –como las acciones mágicas– porque descansan en supuestos que pueden demostrarse son falsos; contra la prohibición del preguntar e indagar sin restricciones; contra los prejuicios tradicionales. La Ilustración pide un ilimitado esforzarse por alcanzar la evidencia y una conciencia crítica de la índole y los límites de toda evidencia"
Karl Jaspers - «La filosofía desde el punto de vista de la existencia»
Maldita sea, el entorno de Méndez, o sea la Calle Nueva de la Rambla, había sido inventado por segunda vez. El primer invento lo hizo, según se dice, un capitoste llamado Conde del Asalto, amante del orden, la paz pública y se supone que de las mujeres llenitas, porque las delgadas pertenecían entonces a las clases revolucionarias. El invento consistió en una calle recta y lo bastante ancha para que por ella pudiese cargar un escuadrón de caballería y, sable en mano, darles lo suyo a los obreros en huelga, los anarquistas que no creían en Dios (y además lo decían), las mujeres de los revolucionarios (que no tenían ni seguro de viudedad, las muy burras) y las putas que no podían trabajar porque aquella semana tenían la regla. El invento urbanístico del señor Conde del Asalto, que permitía correr a sablazos a los obreros desde la Rambla al Paralelo, fue muy elogiado por fabricantes, banqueros y obispos de toda clase que iban en peregrinación a Roma.
Pero las ciudades y las calles necesitan ser inventadas, pensaba Méndez, y no las inventan los urbanistas ni los coroneles de caballería: las inventan los seres más o menos desamparados que viven en ellas. Y así la calle Conde del Asalto —ahora calle Nueva de la Rambla— la inventaron con su hambre los jornaleros de las fábricas del Raval, con sus trampas los dueños de las timbas, con su coño las putas de las cercanías y con su esperanza los poetas y las niñas de las academias de baile.
Bueno, eso era la calle Nueva de la Rambla, pensaba Méndez mientras iba sigilosamente hacia su lugar de trabajo.
Pero ahora, maldita sea, había sido inventada otra vez, lo cual —la verdad sea dicha— no disgustaba del todo a Méndez. Ahora había más luz, más casas nuevas, más duchas y más encuentros de cama entre tía y tío (o entre tía y tía o entre tío y tío) realizados en condiciones sanitarias. Pero la historia estaba siendo expulsada de la calle. Ya no había, como antes, ratas centenarias ni madames centenarias aferradas al retrato de su abuela, que fue la primera que hizo la calle y contribuyó, por tanto, al sosiego de la ciudad. Ya no había bares donde se consumieran peces del neolítico ni hoteles para parejas donde el marido y la esposa hacían lo posible para no coincidir a la misma hora.
Acoso sexual (Méndez) - Francisco González Ledesma
El nazismo es el horror sagrado de los griegos puesto al alcance de la pequeña burguesía.
La caza salvaje. Jon Juaristi
"Oh! ya sé que en la actualidad puedes beber lo mismo, y si eres un bebedor apasionado puedes levantarte a la mañana siguiente con una resaca de tamaño natural, pero al menos bebes whisky, y el whisky auténtico no te mata, a menos que seas un cerdo..."
Groucho Marx.
"Ya que él sabía lo que esa multitud alegre ignoraba, y que podemos leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece nunca, que puede permanecer durante decenas de años dormido en los muebles y la ropa, que espera pacientemente en las habitaciones, los sótanos, los baúles, los pañuelos y los legajos, y que, quizás, vendría el día en que, para desgracia y la enseñanza de los hombres, la peste despertaría a sus ratas y las enviaría a morir en una ciudad feliz".
A. Camus (La Peste) -Pozí!-
Líder es el hombre capaz de convertir la masa en Pueblo.
El mito del siglo XX. Alfred Rosenberg.
—¿Por dentro? ¿Por dentro de quién? ¿De ti?, ¿de mí? Nosotros no tenemos dentro. Cuando no dirían que aquí no pasa nada es cuando pudiesen verse por dentro de sí mismos, de ellos, de los que leen. El alma de un personaje de drama, de novela o de nivola no tiene más interior que el que le da...
—Sí, su autor.
—No, el lector.
Niebla, Miguel de Unamuno.
Antipatía
s. Sentimiento que nos inspira el amigo de un amigo.
Año
s. Período de trescientos sesenta y cinco desengaños.
Apelar
v. i. En lenguaje forense, volver a poner los dados en el cubilete para un nuevo tiro.
Apetito
s. Instinto previsor implantado por la Providencia como solución al problema laboral.
Aplauso
s. El eco de una tontería. Monedas con que el populacho recompensa a quienes lo hacen reír y lo devoran.
Ambrose Bierce, "El diccionario del diablo."
No hay manera de vivir correctamente una vida equivocada.
Theodor Adorno.
menéame