—Cuando dicen que la palabra es un puente entre culturas y religiones, desconfío que alguien esta metiendo prisa. La palabra es lo que atraviesa ese puente. Primero fue el arquitecto, que es la buena voluntad, luego el presupuesto, que es la tolerancia, y después la empresa constructora, que es la necesidad de entenderse. Y si todas se juntan, se construye el puente, para que pasen los camellos de los contratos, las bicicletas de la poesía y los triciclos de los chistes.
—¿Y los censores? —pregunté irónico.
—Esos son baches y socavones. Estorban, pero nunca consiguieron cortar el tráfico.
Hombres, cadáveres y fantasmas. Javier Pérez