En contra de la creencia popular en ciudades como la Roma republicana la vida diaria se realizaba en un medio insano de hacinamiento, malnutrición y pobreza, con un alto riesgo de contaminación del agua y los alimentos con materia fecal humana y animal, sin olvidar los insectos. Un ambiente óptimo para la aparición de enfermedades transmisibles endémicas. Sin embargo estos fenómenos fueron normalmente locales. Después del Imperio y la globalización del mundo mediterráneo era mucho más fácil viajar y las rutas comerciales eran más extensas.
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