En la primera mitad del siglo XX, hubo en Estados Unidos un burdel cuyas trabajadoras eran réplicas casi perfectas de estrellas de cine como Mae West o Greta Garbo. Inspirada por aquel lugar que descubrió viendo un documental, Siouxsie bautizó el siguiente disco de los Banshees como A kiss in the dreamhouse. La portada contaba con una tipografía y un diseño que homenajeaban el estilo de Gustav Klimt, porque ahora la música del grupo había adquirido una sensualidad que casaba muy bien con aquella imaginería.
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