Poco antes de la Guerra Civil, en el centro de la capital se inauguró el Cabaret Satán, que desataría las iras de católicos y ultras. Su decoración imitaba el averno, organizaba fiestas «infernales», el poeta Pablo Neruda era uno de sus habituales y se convirtió en el más polémico y tumultuoso de los locales nocturnos. El franquismo le obligó a cambiar su nombre, conservando solamente las dos últimas letras de su luminoso: ahora se llamaría «Tarzán». Las destrucciones estaban al orden del día. También la violencia política.
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