El poderío romano radicaba en rígidas instituciones, leyes uniformes, ciudadanía y en una compleja red de funcionarios que se extendían por todos los territorios donde era necesaria la aplicación de la justicia y el orden imperial. Pero lejos de las leyes y su ejecución misma, existían símbolos e instrumentos de los que se valía el funcionario en todos los aspectos de la vida común romana, desde lo político y social hasta lo militar.
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