Ser muy inteligente no siempre es garantía de éxito o de felicidad. Tras un coeficiente intelectual muy elevado hay un reverso del que no siempre se habla, como la angustia existencial, el aislamiento social, problemas emocionales o esa continua insatisfacción personal y vital al no cumplir muchos de los elevados objetivos que la persona con altas capacidades se propone.
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