En innegable que las cifras de natalidad en países como España han caído a plomo. Ya no es frecuente encontrar familias con más de cuatro hijos, y muchas parejas ni siquiera entienden que los hijos sean, como antaño, forma suprema de realización en lo afectivo. Sin embargo, la gente continúa teniendo hijos. Muchos de mis amigos ya han procreado o tienen intención de hacerlo en breve. Quizá no dos o tres churumbeles, quizá solo uno, pero están dispuestos a traer un vástago a este mundo por razones arcanas que a mí se me escapan.
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