A mediados de los años 30 del siglo pasado, en la localidad francesa de Aix-les Bains hubo un edificio que aunó estos dos posicionamientos respecto a las enfermedades infecciosas. Pero no lo hizo de manera más o menos sutil. No se trataba de que la obra estuviese bien orientada al soleamiento preponderante en la Saboya alpina y sus habitaciones contasen con un buen sistema de huecos cruzados para facilitar la ventilación, no; el cacharro giraba sobre su eje siguiendo el movimiento del sol. Sí, en serio.