La pandemia ha cambiado las cosas. Nos hemos dado cuenta de nuestra vulnerabilidad, de que no es tan difícil morirse, algo que a mucha gente se le había olvidado. Además, estamos en un momento de crisis perpetua: cuando no sea una pandemia, va a ser una crisis económica o un desastre medioambiental. Y la gente se dice: «¿para qué voy a dedicar diez o doce horas diarias de mi vida a esto, en un capitalismo que agoniza, mientras mis hijos crecen en una guardería?». Está habiendo un cambio de paradigma lento, progresivo, que no va a ser radical.

Elon Musk manda mail avisando que todo empleado que quiera quedarse debe aceptar el modo "hardcore" que se viene (largas jornadas y muchas horas) quien no acepte se puede ir - La gente se está yendo.

Según ha explicado en comisión el concejal Francisco Herrera, se ha hecho un experimento de phishing con el personal municipal para ver, sin previo aviso, cómo actuaban. El experimento consistió en enviar 2.200 correos electrónicos a trabajadores y funcionarios de los que 600 entraron en el correo y, lo peor, dieron sus claves. Según Herrera, "si hubiera sido real hubiéramos tenido 600 cuentas secuestradas".

Ha nacido un nuevo tipo de nostalgia hacia el internet de los dos mil, un lugar más libre y feliz que el actual. Es habitual encontrar cada vez con más frecuencia lamentos sobre aquella época de foros y chats como el IRC, un paraíso perdido en la que se hicieron amistades,amores o en el que se podía encontrar trabajo. El internet de desinteresados que ripeaban películas, compartían discos o subtítulos “hace 20 años hablábamos de cómo compartir cultura y ahora se habla de cómo conseguir dinero” dice el profesor Ricardo Galli, fundador de menéame

Twitter, después de despedir a aproximadamente la mitad de la empresa el viernes tras la adquisición de Elon Musk por 44.000 millones de dólares (44.000 millones de euros), ahora se está acercando a docenas de empleados que perdieron sus trabajos y les pide que regresen. Algunos de los que se les pide que regresen fueron despedidos por error, según dos personas familiarizadas con los movimientos. Otros fueron despedidos antes de que la gerencia se diera cuenta de que su trabajo y experiencia pueden ser necesarios para construir las nuevas cara

Los penitentes eran los encargados de entrar los primeros en la explotación para detectar la presencia del gas grisú y sanear el tajo antes de que se iniciasen los trabajos de extracción. Para realizar esta tarea, intentaban proteger su cuerpo de las previsibles llamaradas cubriéndose con sacos o telas gruesas empapados en agua y llevando en su cabeza un capuchón perforado sólo con dos pequeños orificios para los ojos, mientras acercaban una larga pértiga con una llama en su extremo buscando inflamar los gases.