A lo largo de la historia de Occidente, grandes pensadores y escritores cayeron en la irracionalidad adolescentoide de echar a un colectivo la culpa de todos los males. Y, en ese pozo de mierda intelectual, crearon impresionantes obras de arte que, al igual que a la perturbada judía aquella, nos producían un inmenso placer sexual culpable (o no tan culpable). Hoy, vamos a celebrar a esos grandes autores regodeándonos en lo más nefando y racista de su producción.