Hace casi 40 años los libros salvaron al pequeño pueblecito de Redu, en Bélgica. Su población se estaba reduciendo rápidamente, el trabajo prácticamente había desaparecido y las familias se estaban mudando a un lugar más próspero. Sin embargo, a mediados de la década de 1980, un grupo de libreros se mudó a varios graneros vacíos del pueblo y transformó el lugar en una suerte de imán literario y libresco. Entonces, el pueblo, de unos 400 habitantes, se convirtió en la sede de más de dos docenas de librerías, que atraían a (...)
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