El mecanismo es muy sencillo. A pesar de que la empresa a la que se ha dedicado tiempo y esfuerzo sea frustrante, el individuo mantiene su comportamiento porque considera que perder todo lo invertido es una peor solución que abandonarla y emprender otro proyecto. El problema, y es ahí donde radica la falacia, es que mantener esa actitud sigue consumiendo recursos que podrán aumentar el descontento porque el objetivo no se alcance o se retrase demasiado.
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