Hasta ahora, la posibilidad de hacer un escáner cerebral para analizar la actividad de una persona estaba limitado por un factor: durante la magnetoencefalografía (MEG) ni durante la resonancia magnética funcional el paciente debe estar absolutamente quieto para no distorsionar los resultados. Esta limitación impedía realizar pruebas diagnósticas y de investigación en colectivos tan sensibles como los niños, las personas con autismo o con problemas de movilidad, como los pacientes con párkinson.
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