Década de 1940 en la Unión Soviética, una docena de campos de trabajo enviaron a 70.000 presos para comenzar la construcción de una ciudad secreta a lo largo de las orillas del río Techa. No hacía mucho que las bombas atómicas estadounidenses, Fat Man y Little Boy, habían arrasado Hiroshima y Nagasaki, situación que llevó a los líderes soviéticos a actuar. El poder devastador del átomo debía estar en Rusia. De forma clandestina, Mayak Combine debía operar en lo que más tarde se iba a convertir en Chelyabinsk 40.
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