El padre no había cumplido con su cuota de caucho diaria, así que los supervisores nombrados por Bélgica le cortaron la mano y el pie a su hija. Su nombre era Boali. Tenía cinco años. Luego la mataron. Pero no habían terminado. Después mataron a su esposa también. Y por si eso no era bastante cruel, bastante fuerte, se comieron a Boali y a su madre. Y le enseñaron a Nsala las pruebas, las sobras del cuerpo de su querida hija, que tanto amaba. Su vida quedó destruida.
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